El Gourmet Urbano: En Londres venden vino sin alcohol: What’s the point?

viernes, 23 de enero de 2015

En Londres venden vino sin alcohol: What’s the point?

¿Cuál es el punto? Pues el punto de no coger nunca el punto.

El alcohol en Londres es caro, empecemos por ahí. Es tan caro que ni siquiera puedes deprimirte por sus precios y darte a la bebida porque no te llamas Jordan Belfort. Para colmo, la calidad del alcohol nada tiene que ver con el precio, sino con los impuestos que la tierra de James Bond le pone al vicio. Cosa mala.

Vino sin alcohol© Getty Images
 
En Londres he bebido cosas que no creerías: copas que se miden en chupitos que te hacen entender por qué un inglés se toma un trago de verdad en Magaluf y termina creando esa variante de los premios Darwin llamada balconing, cervezas de jengibre y sidras del tamaño de doce campos de fútbol cuyo burbujeo te llevará directamente del pub a la cama, y, por supuesto, he bebido vinos.
Vinos malos, vinos reguleros, vinos un poco decentes. Vinos cabezones, peleones y vinos que tu madre no utilizaría ni para un guiso. Vinos, digo, de colores escalofriantes que no se identifican con ninguno de los de Pantone. Porque comprar vino en un supermercado random de Londres es como jugar a la ruleta rusa y os puedo asegurar que hay un noventa por ciento de posibilidades de que te toque la bala del resacón.
Por eso te será sencillo reconocer a los españoles expatriados en Londres vagando cabizbajos por los supermercados intentando encontrar el chollo. Después de probar los infiernos en su paladar lo único que buscan es no tener que hipotecarse por una botella. Buscan un brebaje que no cueste lo mismo que la sangre de unicornio. Un trago decente, a fin de cuentas, que borre por un momento las nubes y la lluvia de sus cabezas y les traiga algo de luz a sus vidas.
En una de aquellas incursiones se encontraba una servidora, debo admitir, con mucha prisa y poco parné, delante de la vitrina desde la que distintas botellas de vino me gritaban sus precios prohibitivos. Veinte, quince, doce libras. Maldita sea. Bajé la vista. Diez, siete, cinco. Cogiendo la botella más barata de vino blanco, cuyos colores recordaban a los campos de Castilla que jamás pisé, me invadió la melancolía pensando en lo bien que quedas en España si llevas un vino de seis euros a una cena. Con esas me fui a pagar, muerta por dentro, y cuál fue mi sorpresa al llegar a caja, donde la mujercita en cuestión, conocedora de mis gustos (vino por las noches, paracetamol por las mañanas), me preguntó: “Señorita, ¿sabe que el vino que está comprando NO LLEVA ALCOHOL?”.

El vino es un orgasmo en tu lengua que disfrutas traguito a traguito mientras te dejas llevar por la tontuna ”

Vino sin alcohol. Habrase visto cosa semejante. “¿Cuál es el punto?”, que dirían mis amigos británicos. El punto de no coger nunca el punto. Ni más ni menos. Me sentí víctima de un engaño. Había oído que existían cervezas así, pero la cerveza es una bebida de bárbaros que nunca se ha cruzado en mi camino. ¡Qué fácil sería, no obstante, tener el paladar roto para poder disfrutar de una “cañita fresquita”! ¡Y qué barato! Pero en este mundo hay gente a la que no le gusta la cerveza y a la que no le gusta la Coca Cola y hay que respetar, porque ellos respetan que tú bebas directamente de una lata. Una lata que después se convierte en cenicero. Qué ordinariez.
Pero hablábamos de vino, no lo manchemos con espuma de cerveza. Y de vino sin alcohol, que no tiene ningún sentido a no ser que estés embarazada o seas un niño. Porque no hay mayor placer que beber vino y sentir poco a poco su influjo.
Al contrario que la cerveza, el vino es una bebida delicada, un deleite para el paladar, un disfrute para los sentidos. El vino es un orgasmo en tu lengua que disfrutas traguito a traguito mientras te dejas llevar por la tontuna. Y en España nos han acostumbrado mal. O demasiado bien, según se mire. Haciendo que demos por hecho que en cualquier sitio te van a servir un vino decente, y por tanto nos lancemos a más bárbaros tragos como si nos acomplejase ser creadores (y degustadores) de algo tan sublime.
El vino, amigos, hay que beberlo más. Con jersey de cuello vuelto y un libro de poesía sobre la mesa o en chándal. Sólo o acompañado con carnes y pescados. Pero más. Y hay que beberlo con alcohol, hacedme el favor. Que el vino sin alcohol es como acostarte con una muñeca hinchable, puedes engañarte por unos minutos (incluso días) pero no es lo mismo.*GQ recomienda beber con responsabilidad y elegancia.
Fuente: revistagq.com




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